El Patrimonio en mayúsculas parece una noción no digna de una ciudad como Medellín, si la ubicamos al lado de las construcciones Incas, Mayas, Aztecas que tienen un halo de perennidad y valores incuestionables; y aún si la ubicamos al lado de los centros históricos de las principales ciudades latinoamericanas, no habría nada que hacer aparentemente, la memoria de nosotros es tan frágil, la yuxtaposición en la que hemos crecido, no nos deja diferenciar los momentos históricos que viven a través de pequeños fragmentos en la ciudad. Nosotros nunca podremos tener esa conservación inalterada, porque no somos así, pero lo que tenemos es finalmente desde donde debemos hablar, para hacer evidente también esa ciudad llena de contradicciones.
Esta es la ciudad que tenemos, la que hemos construido; después de superar ese aire de desesperanza decidimos asumir el papel del bricoleur de Levis Strauss para armar, desde nuestra mirada un bricolage de eso que somos, eso que pervive en el centro de la ciudad, muñones que nos sirven de texto para descifrar una historia que se ha construido a través del espacio y del tiempo, una historia que también está -en instantes- y que da cuenta de quienes somos los antioqueños.
El patrimonio no es algo estático, en Medellín y específicamente en el centro de la ciudad, vivimos un proceso de hibridación. Es en ese movimiento desde donde nos queremos situar para hacer una lectura de la gramática urbana que permanece en la ciudad. Las funciones entonces estarían antes de preservarlo, restaurarlo y difundirlo, en un lugar anterior, en construirlo, o por lo menos ubicar la discusión de este tema en otro lugar para empezar a descubrirlo –quizás develarlo- y después comprender esa amalgama que hemos construido como ciudadanos.
¿Qué es patrimonio arquitectónico? En nuestro caso es necesario detenernos a repensar esta noción teniendo en cuenta nuestro contexto. Tenemos que pensar que el patrimonio no es un repertorio fijo, condensado, sino una acción, una práctica social que devela un tiempo y un espacio, en donde no importa sólo lo estético, sino la relación con el contexto y con los usos sociales que se le da a estos lugares, pasar del escenario al tejido social. “Se supera aquí la visión de la ciudad como un mero horizonte espacial o como imperativo territorial y se hace posible pensarla como ese espacio pluridimensional en el que coexisten identidades y proyectos diferenciados” (Reguillo:1996). La ciudad aparece como una gran red comunicada a través de puntos, intersecciones que nos dan múltiples sentidos.
A nuestra manera de ver, esta ciudad que se está transformando y que deja pequeños resquicios de lo que había, no ha sido visible en las miradas del patrimonio, su valor de magnificencia a veces es poco porque son pequeñas islas, que se pierden en otros tipos de arquitectura. Esa epidermis que va quedando, está haciendo nuestra identidad, es en este punto donde queremos situar la reflexión, en esas capas, membranas, que hacen de nuestra memoria un proceso en permanente construcción. Esos retazos de ciudad nos permitirán armar el bricolage de nuestro centro histórico.
Tejer la trama de esos pequeños “hitos” que pueden ser vistos como irrupciones en el espacio, registrarlos como parte de la memoria urbana y hacer una lectura de la relación que establecen con el contexto, desde los recuerdos y los olvidos (puerta desaparecida, de la que solo quedan veladuras).
La ciudad entonces como texto, nos permite leer las inscripciones que los hombres han dejado en el espacio; ser concientes de las letras y palabras con las que se ha escrito y se sigue escribiendo, nos permite construir una historia en movimiento, con unos ritmos armónicos y otros que entran en contrapunto, contrastes que cortan los espacios y que hacen lo que vemos ahora como centro de ciudad.
El centro de Medellín más que como un texto continuo, se debe leer como un hipertexto que nos lleva de un lugar a otro. Para leerlo tenemos que hacerlo en los emplazamientos y desplazamientos que establecen una relación dialógica con el lugar.
Nos detendremos en dos momentos para hacer la lectura del centro, en el espacio construido y en el espacio recorrido. Estos dos momentos nos permitirán hacer una cartografía, un topos marcado por unas grafías que se apropian de las herramientas estéticas para hacerlas visibles. Partiendo del eje 50/50 se desplegará hacia el norte, el sur, el oriente y el occidente un recorrido, que se detiene, se emplaza en algunos lugares para registrarlos minuciosamente. “Las redes de estas escrituras que avanzan y se cruzan componen una historia múltiple, sin autor ni espectador, formada por fragmentos de trayectorias y alteraciones de espacios: en relación con las representaciones, esta historia sigue siendo diferente, cada día, sin fin” (De Certeau: 1996).
Como caminantes del centro queremos leer las historias múltiples que lo hacen cada día, desde las gramáticas urbanas hacer evidente los diferentes momentos históricos que tiene la ciudad. “Y encontramos aquí nuevamente la vieja intuición de Víctor Hugo: la ciudad es una escritura; quien se desplaza por a ciudad, es decir, el usuario de la ciudad (que somos todos) es una especie de lector que, según sus obligaciones y sus desplazamientos, aísla fragmentos del enunciado para actualizarlos secretamente” (Barthes: 1990). Asumiremos la aventura casi antropológica de descubrir espacios significantes del centro de la ciudad, para registrarlos y dejar una memoria hecha desde nuestros códigos.
El espacio construido, en esos retazos, islas, fragmentos u muñones en los que nos detendremos, los interpretaremos en la relación entre habitar y construir que produce el espacio vivido. “Cada nuevo edificio se inscribe en el espacio urbano como un relato en un medio de intertextualidad. (…) Como mejor se percibe el trabajo del tiempo en el espacio es en el plano urbanístico. Una ciudad confronta en el mismo espacio, épocas diferentes ofreciendo a la mirada la historia sedimentada de los gustos y las formas culturales” (Ricoeur: 2000).
Estos dos momentos nos permitirán tener un encuentro con la ciudad inmersos en la diferencia, este itinerario tendrá como resultado una memoria en pasado, presente y porque no futuro.
2 comentarios:
Me parece muy buena la relación del caminante con un lector que recorre la ciudad y la lee, buen blog, visita:
www.lotarte.blogspot.com y decime que opinás.
Gracias Daniel por tu comentario. La idea del caminante no es de nosotros la han usado muchos escritores e investigadores, la retomamos por considerarla igual de pertinente
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